martes, 12 de agosto de 2008

Personajes

La calle se llenó de lentos andares, oscuros y solitarios, el olor era espeso, fuerte, complaciente, desenredaba los hilos engañosos del deseo.
Caminamos en una sola dirección, compactos, sin prisa y en espera de una noche larga. Yo los seguía vigilante y con reservas, no lograba integrarme en el círculo violento de sus letras; para encontrarme entre ellos me mezclé con el humo del cigarro, entre la espuma de la cerveza, entre las palabras de complicidad.

Más tarde llegamos a un cuarto de espejos y de paredes tatuadas. Una cama, un baño y una ventana que daba a la calle, hombres y mujeres parados sin hablar entre sí, parecían divididos, rotos, trazados por la mitad.

Daba vuelta a las hojas una y otra vez, sentada en la cama destendida y con sábanas manchadas de vino tinto, abierto a mi lado el libro no terminaba, seguía contando historias con dibujos recortados, colores neutros, sin vida, como el dueño de la casa, como los invitados, como los tatuajes de la pared, como las imágenes de los espejos, como la planta de la esquina marchita y tierra seca.

Una música sin sentido rebotaba entre las bocas de todos, la mía, las de ellos, recuerdo el tono limitado y opaco de sus labios, la música aumentaba, el sonido se distorsionaba en cada momento, y las bocas se habrían más para seguir con la confusión.

Un taxi toco, me paré, subí, cerré la puerta, ellos se quedaron atrás, todos, menos uno, apareció entre mis piernas más tarde, con playera y calcetines, con voz tenue y calmada, con manos tranquilizadoras, aparecí entre sus sábanas de hotel de clase media, en un cuarto grande y con muebles viejos, con ropa tirada por todos lados, sin mi ropa, sin la máscara aprisionante de la autosuficiencia.

Me levanté, tomé mi ropa revuelta con la suya, entré al baño y me vi al espejo como en el cuarto con la cama destendida y sábanas manchadas de vino tinto, lo dejé en silencio, subí al elevador y quedó atrás como los otros, los de la noche intranquilizante.
Despeinada y con la cara lavada me aseguré de que nadie subiera conmigo al taxi.

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