Entre ciegos y oscuridad implacable se desarrolló la última función de esta noche, me hubiera gustado ser como ellos y no ver más. Los sonidos provenían de todas partes y se concentraban justo a la mitad del escenario llenando el espacio de vibraciones chifladas, como una de las ciegas, la que amamantaba al bebé.
Los viejos gritaban sin esperanza alguna del regreso, perdidos en la nada y desde la nada, desde una realidad creada por otro menos ciego, pero encerrado, sin ganas, sin futuro creado ni asumido, evadido.
Una realidad paralela se apoderó de nuestro entorno, ellos brillaban como estrellas, pero sus rostros inexpresivos decían más de la cuenta, más de lo que me hubiera gustado entender. Los ciegos, las rezanderas mumuraban entre dientes mantras, música que no entendía que no quería escuchar, que daban miedo por no percibir más en sus rezos.
Se ve lo que se quiere ver, se escucha lo que se quiere escuchar, se habla a veces y sólo en momentos, dicen los ciegos “jodidos los sordos que son castigados por Dios sin poder escuchar” ¿ciegos o sordos? Camino sin sentidos completos y paradójicamente sentidos desarrollados, cuando se quiere, cuando se puede, cuando la vida lo permite. Los ciegos de Saramago son como los ciegos de UBU, perdidos y con la esperanza de ser rescatados, los ciegos de Saramago se transformaron en animales, los ciegos de UBU nunca vieron el sol, no lo conocían y nunca dejaron de ser humanos, inútiles y temerosos.
Los ciegos cerraron los ojo, yo cerré los míos y los seguí viendo, los ciegos se quedaron en el teatro paraliazados, mudos, sin cuerpos, los demás nos levantamos y caminamos sin entender nada, ni la oscuridad, ni la luz, ni los rezos ni el silencio, salimos y seguimos caminando sin rumbo, como los ciegos, como los de Saramago, como los de UBU esta noche.
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